viernes, 15 de febrero de 2013

José Falconi Oliva

Según el mito bíblico la gran aventura de la estirpe humana dio inicio con un acto cultural de signo contestatario y subversivo: por no resistir la tentación incitada por la serpiente de comer el fruto del árbol del conocimiento, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso y lanzados a una nueva forma de vida. Desde muy antaño la acción cultural ha sido considerada una acción crítica que cambia el orden establecido; así sea el cósmico, dado por Dios mismo.
Pero el mito bíblico tiene una interpretación más terrenal: la cultura en todas sus vertientes —artística, educativa, científica, folklórica, económica, política, cívica y demás— es promotora de cambios éticos, estéticos, sociales e inclusive políticos.
Debemos alentar este concepto de cultura que privilegia su función crítica y la considera un vehículo de transformación de la realidad. Cuando hablamos de cultura nos referimos a una multitud de complejos tan intrincados, y de orientación tan múl...tiple, que no pueden sujetarse a los dictados de ninguna testa coronada, de tal forma que la mejor política cultural será aquella que permita una comunicación más fluida entre los muy variados sistemas culturales que una sociedad como la nuestra produce.
Los hechos culturales no están ni cerca ni lejos de los asuntos políticos, sino que forman parte de ellos. Un gesto de profunda democracia es reconocer que en ningún conglomerado habrá nada digno de nombrarse desarrollo social si no se privilegia el asunto de lo que llamamos cultura y todo su campo de acción, que incluye las relaciones interpersonales, pero también el marco institucional en que han de moverse la sociedad y el individuo. La cultura está integrada por la experiencia individual y colectiva, por formas específicas de percepción, razonamiento y acción. Es una serie de líneas de montaje y de tráfico de ideas, interpretaciones y sueños que provoca grandes cambios en la conducta humana y en la organización de las sociedades. A través de las diversas manifestaciones de la cultura, el ser humano se apodera de su propia personalidad, comprende su valor histórico, su función en la vida, sus derechos y sus deberes. ¿O no?

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