viernes, 26 de abril de 2013



Paréntesis

Miguel Ángel Asturias

 

Noticias sobre un poeta y narrador guatemalteco

José Falconi

 
El escritor guatemalteco.
 
 
Miguel Ángel Asturias nació en Guatemala y con el siglo XX (Ciudad de Guatemala, 1899), experimentó muy a fondo la liberación de los lenguajes artísticos. Bebió del vaso del surrealismo; más todavía, contribuyó a colmar dicho vaso. Pero sus imágenes surrealistas y oníricas vienen de más lejos, de un linaje más aristocrático. En París, al lado de otro grande, Luis Cardoza y Aragón, realizó estudios de las culturas precolombinas y tradujo el Popol Vuh y los Anales de Cakchiquel: “Realizaba en ese entonces mis estudios de religiones precolombinas, y eso mantenía frescas mis posibilidades para manejar las dos realidades, la real y la del sueño, ya que el indio es realista en el detalle, pero ese realismo lo sumerge luego en una especie de sueño-imaginación que le da la posibilidad de los dos tiempos: el histórico y el mitológico, o sea un tiempo de distinto ritmo que el histórico, tiempo de sueño”.
 
Miguel Ángel Asturias nunca quiso absoluta y abstracta su palabra; la quiso viva y sangrienta, palpitante de dolor y de experiencia. Sus impuras voces ascienden como astros y sueltan reflejos que alumbran la belleza de estos rumbos americanos en que nos tocó vivir, de esta parte del mundo en que, al decir de Carlos Pellicer, el piso se sigue construyendo. O bien, bajan a los sótanos de las más crudas realidades de nuestros pueblos profundos y convertidas en sombras fantasmagóricas proyectan su porción de dolor humano:
Las uñas aceradas de la fiebre le aserraban la frente. Disociación de ideas. Elasticidad del mundo en los espejos. Desproporción fantástica. Huracán delirante. Fuga vertiginosa, horizontal, vertical, oblicua, recién nacida y muerta en espiral…
 
Nunca de los nunca la palabra literaria de Asturias fue signo convencional, sino instrumento vibratorio como una marimba en que se mezcla en lluvia sonora la carne africana y el hueso del indio, como una marimba tocada por indios. Misteriosos poderes de evocación plástica y de irradiación musical tienen sus palabras. Y así, con impresiones visuales y acústicas, es capaz de llevarnos a la vera de un río:
De un lado a otro se hamaqueaba el canto de las ranas.
De obsequiarnos el nacimiento del día:
El día salía de las narices de los bueyes, blanco, caliente, perfumado.
 
Asturias supo muy bien que la palabra recorta la realidad, la delimita; por eso hay que arribar a ella como punto terminal de la observación, de la experiencia, de la intuición, de la emoción reveladora y de la reflexión artística. Es así que su lirismo eligió siempre un lenguaje que seduce a los lectores y los somete a continua sugestión poética:
La tarde cansa con su mirada de bestia maltratada.
Miguel Ángel Asturias siempre supo que el pensamiento del hombre es como agua, o mejor, como aguardiente que toma forma en la jícara de la palabra. Y como Valle Inclán no ignora que los idiomas son hijos del arado y que con gracia de amanecida, como vuelan las alondras, las palabras vuelan de los campos roturados, y así la esencia del habla popular se ayunta con la sensibilidad propia de este nuestro poeta, que nos ofrece un fruto lingüístico de intensos matices:
 
¡Para un huevo que ponés
tanta bulla que metés!
¡Vení ponelo, vos, pues!
 
Asturias, alguna vez escribió: “El cuento de los años es triste” y, sin embargo, la atmósfera bíblica de algunas de sus páginas, la magia monda y lironda (es decir, neta) de sus evocaciones anula el peso de las presencias temporales y reintegra al ritmo pleno de la vida lo que de suyo es cifra del pasado, cosa fija, inmóvil en el tiempo. Las ciudades mayas, las muertas ciudades mayas reviven en su poesía, recién nacidas de las llamas de sus metáforas. Xibalbá, Tulán, Tikal. Se desvanece el tiempo. Una orquídea se abre y seres legendarios de húmedo verdor y rostros pétreos conviven con nosotros. “Es hermosa esta tierra”, nos dicen al oído y sentimos sus alientos como frutas madurando en las ramas. “Es hermosa esta tierra”, nos dicen y vuelven al misterio:
 
y guerreros de rostro de granate,
sandalias amarillas, manos verdes
y vellosos plumajes;
y guerreros de negro
con los dientes bermejos;
y guerreros azules
con pelo de quetzales,
estáticos,
dorados,
de estatura de arbusto
y silábicos nidos en la frente…
Vuelven al misterio.
 
Al leer las prosas y los poemas de Asturias, nos sucede encontrarnos frente a los orígenes del mundo. Él supo siempre que la experiencia, como escribió Aldous Huxley, no es lo que le llega a suceder a una persona, sino lo que logra hacer ésta con lo que le sucede. Así, él, Miguel Ángel Asturias, logra colocarnos frente a las vicisitudes del mundo, frente al sucederse de las generaciones, frente al diluvio y el avance de la vegetación:
La vegetación avanzaba. No se sentía el movimiento. Rumoroso y caliente andar de los frijoles, de los ayotales, de las plantas rastreadoras, de las filas de chinches doradas, de las hormigas arrieras, de los saltamontes con alas de agua. La vegetación avanzaba.
(…) los peces engordaban el mar. La luz de la lluvia a los ojos.
Este gran narrador y poeta hundió sus palabras de diamante, de tierra y aire y agua y fuego y carne y sangre en toda la vida y todo lo soñado, pero también en todo el dolor. A través de sus páginas escuchamos el grito del hombre explotado, que se agiganta en su lucha por liberarse de los eternos explotadores del indio y de la masa popular.
 
Vosotros no tenéis un idioma propio, habláis el nuestro, un idioma que os hemos prestado, ¿qué más da, entonces que habléis el de los amos del siglo? ¡Mal habláis el castellano, que más da que habléis mal el inglés!
 
Y tinieblas infernales parecen abatirse sobre la tragedia de todo un mundo y es entonces que sus páginas se colman de imágenes horripilantes, esperpénticas, cubistas y surrealistas. El “Señor Presidente”, el Príncipe de las Tinieblas, manda torturar al Mosco, un hombre ciego y sin piernas, que muere suspendido de los pulgares.
 
Miguel Ángel Asturias Rosales recibió, en 1966, el Premio Lenin de la Paz, y un año después el Nobel de Literatura. El escritor murió en Madrid el 9 de junio de 1974.
Paréntesis

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Una respuesta para Noticias sobre un poeta y narrador guatemalteco






  1. Parentesisplus2013 Responder

    24/04/2013 a las 4:52 AM


    Gracias, Pepe por hacernos recordar al los escritores que debemos releer. Un articulo iluminador, sin duda.




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CURSO DE APRECIACIÓN POÉTICA
 
Inicia el viernes 17 de mayo...


Aún hay lugares.... 

Impartido por José Falconi
(Premio Bella Artes Iberoamericano de Poesía, Carlos Pellicer)

 
Curso trimestral impartido en una sesión semanal (viernes) de dos horas de duración. Es decir, 20 sesiones para cubrir 40 horas de clases.
 
Informes e inscripciones en el teléfono (722) 232 6251, con Verónica. O directamente en la Escuela de Escritores de la Sogem: Av. Edo. de México 10, casi esquina con Guerrero, en Metepec (por El calvario).

La sabiduría popular apunta: <<De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco.>> ¿Será verdad? ¿Todos podemos llegar a disfrutar la poesía e inclusive a ser poetas?

  El propósito esencial de este curso es que cada participante se familiarice con el lenguaje alegórico, metafórico y rítmico de la poesía; desarrolle y amplíe su cultura poética; ensanche su conciencia de lo poético y ejerza su imaginación y su inteligencia emocional de manera tal que pueda disfrutar a plenitud ese artefacto verbal, emocional, imaginativo, llamado poema. En este curso haremos un primer acercamiento a poetas muy importantes en la historia de la poesía en lengua española.
 
Los temas que se abordarán, son los siguientes: 
1.¿Qué es la poesía?
2.Mito, magia, realidad e irrealidad. Mundos paralelos.
3.Hablar y decir.
4.El desarrollo de otros hábitos lingüísticos.
5.Metáfora e imagen.
6.Aprender a imaginar de otra manera.
7.El ritmo: Melopea, fanopea y logopea.
8.Enunciación denotativa,
9.Enunciación connotativa.
10.Enunciación emocional.

Después de tratar los temas anteriores, haremos un primer análisis de tres poéticas fundamentales para la poesía en nuestro idioma:
11.Oír a Darío. El Modernismo.
12.Vicente Huidobro: El Creacionismo y los labios de la mujer amada.
13.Los sonidos negros de Federico García Lorca.

En este curso, paralelamente a la exposición de los diversos temas, constataremos como la teoría expuesta tiene aplicación concreta en:
Siete mágicas cimas de la poesía mexicana:
Sor Juana: El sueño
José Gorostiza: Muerte sin fin
Carlos Pellicer: Esquemas para una oda tropical
Octavio Paz: Piedra de sol y Blanco
Efraín Huerta: Responso por un poeta descuartizado, Sílabas por el maxilar de Franz Kafka y El Tajín.
Jaime Sabines: Algo sobre la muerte del mayor Sabines y Tarumba.
Rosario Castellanos: Lamentación de Dido.

JOSÉ FALCONI
(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1953) es poeta, narrador y guionista de radio y televisión. Actualmente es conductor de los programas de radio “Alegoría poética” y “Andante y expresivo” del Sistema de Radio y Televisión Mexiquense. Premios: ha obtenido el Premio Bellas Artes Iberoamericano de Poesía “Carlos Pellicer”; Premio Estatal de Poesía, en Chiapas; Premio de Poesía Ciudad de México; Tercer lugar en el Certamen Nacional de Guiones de Telenovela, convocado por Televisa; Primer lugar en los Juegos Florales de Jiquilpan, Mich.; Premio “Alejandro Ariceaga” para Primera Novela / Su ficha bibliográfica se incluye en el Diccionario Enciclopédico de México, de Humberto Musacchio, y en los Diccionarios de Escritores Mexicanos editados, respectivamente, por el INBA y por la UNAM. / 2009. Obra publicada: Cercadas palabras: variaciones sobre un tema y otros poemas, INBA, 1979. || Aguamuerte en el volumen colectivo Donde los podemos observar, UNAM, Punto de Partida, 1982. || Escribo un árbol, UNAM, La Huerta, 1991. || La manzana que soltó la luna, Mixcóatl, 1997. Reprensión del monte (carpeta de grabados), ENAP, 1997. || Corazón del sueño, Instituto Mexiquense de Cultura (IMC), Cuadernos de Malinalco, 1998. // Corazón del sueño (reedición) IMC, 2007.//Escala roja, Pestañeo oscuro Ediciones y Centro Toluqueño de Escritores (CTE), 2008// Fragmentaciones, CTE e IMC, 2009. // Flores pánicas en el volumen colectivo Antes de la danza, Editorial Praxis, 2012. Su obra ha sido publicada en diversas antologías y revistas del país y el extranjero. El FOCAEM le otorgó la beca para realizar un proyecto poético (Fetiches) en 2010, y para escribir una novela (Neblina morada) en el año 2011; ambas becas en la categoría “Creador con trayectoria”. En el presente año (2013) obtuvo, como miembro del Colectivo Ihtoa, el estímulo del PACMyC para escribir el libro De Ozumbilla el Pan de Muerto: fiesta de harina y canela.

sábado, 20 de abril de 2013

Paréntesis

Joaquín Vásquez Aguilar: Poeta de los pájaros profundos

José Falconi
 
 
A la memoria de Quincho
Joaquin Vasquez Aguilar


Joaquín Vásquez Aguilar “Quincho”, quien murió en enero de 1994 a los 47 años de su edad, en el marco del levantamiento armado de los indígenas de Chiapas, es una de las voces claves de la prestigiosa poesía chiapaneca, al lado de Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Enoch Cancino, Juan Bañuelos, Daniel Robles Sasso y Raúl Garduño. Vásquez Aguilar es autor de los poemarios Casa, Cuaderno perdido, Vértebras (editado por el Fondo de Cultura Económica), Aves y Erguido a penas.
Leer los poemas de Vásquez Aguilar es como transitar un camino iniciático. No, no pienso en un complejo sistema soteriológico que explique el origen y el sentido del ser y del mundo. Pienso en el andar de un hombre, de un poeta, que no elude o esconde sus raíces hundidas en las sombras del silencio y de la soledad; pero raíces que pugnan por llegar al corazón del ser y sentar plaza en el almanaque humano.
La iniciación —siempre poética— que la poesía de Vásquez Aguilar nos ofrece es cosa de nuestro mundo, es la muerte en movimiento, es la vida al borde del amor y de la angustia. Está colmada de rumores vegetales esta vía de conocimiento y huele a pájaros profundos, a mar y roca y vértebras de peces. Pienso en un poeta que no huye del hombre y que descubre sorprendentes y reveladoras imágenes en el agua; en el agua que guarda los secretos de los pescadores, en los elementos tierra, aire, fuego que dieron forma y vida a su cantar.
Joaquín Vásquez Aguilar fue de esa casta de poetas que pulsaron el latir del tiempo vivo, que lograron una íntima relación con la génesis del mundo y la melodía de sus versos es como una serpiente con anillos de fuego. La figura entrañable del padre (don Emeterio), el peso evidente del tronco familiar, la geografía, el viento, la luz y la lluvia y las aves de Cabeza de Toro (el estero chiapaneco que lo vio nacer) se convierten en cifra y signo, en ecuación del poder de los orígenes. En Cabeza de Toro el magresal, el árbol del principio (cuya corteza Vásquez Aguilar atravesó en vida tantas veces para volver siempre más y más cercano a las cosas del mundo y que, me gusta imaginar, su fantasma sigue atravesando) se asemeja a don Emeterio en fortaleza, en generosidad, en sabiduría, pero también en su fatal mortalidad:
A la orilla del estero de Cabeza de Toro, cerca del embarcadero, hay un magresal. Es el árbol más viejo de todos. Es tan viejo que se le han caído todas las hojas, como a mi padre se le ha caído todo el cabello. Tal parece que ha estado allí desde siempre, desde la raíz de los siglos.
Algunas artesanas de las maderas laqueadas de Michoacán, Guerrero y Chiapas, pulen sus maravillosos trabajos con el sudor de su frente, incorporando así una sustancia de su propio cuerpo a la pieza única, a la obra artística. Pienso que la palabra poética de Vásquez Aguilar brota de su cuerpo como brota el sudor bajo los rayos del sol. Brota de su cuerpo la palabra lírica y alcanza su más alto grado de temperatura humana en algunos de los textos que este poeta escribió contra la sociedad citadina.
Hagamos la pregunta: ¿a qué vida puede aspirar el poeta, o cualquier persona, en la gran ciudad, es decir en el exceso de aglomeración, entre el bombardeo superficial de propaganda comercial y política? A una vida incompleta, fragmentada, en la que se nace, se vive y se muere en un loco transitar y copiando la vida de los otros, aunque el modelo sea ajeno a nuestra más íntima verdad:
Con tristeza te digo que el corral
es el mismo.
Que no hay vaca más acostumbrada
que aquella mecanógrafa;
que no hay escritorio más fijo
en su cuadra
que aquel subsecretario…
El poeta no quiere participar en ese juego de espejos en que se multiplica la imagen de don Nadie, porque el poeta conoce —y afirma— su esencia diferente y cae en la cuenta de que no podrá —y no desea— integrarse a la sociedad citadina. Hay que romper, hacer pedazos ese laberinto de mediocres espejos y bañarse en esa lluvia de vidrios, aunque nos hieran. Quizá la mejor manera de librarnos de ese laberinto absurdo es la que nos propone Vásquez Aguilar a través de su poesía: reafirmar nuestra vida interior, ejercer ese aislamiento consciente, rico e intenso:
Yo no habito ciudad. No. Me
doy cuenta.
Y me doy cuenta sombra que
ando un poco
luz. Ciudad que no habito y
cuyo foco
oscuro, cuya lámpara sedienta
(… …)
Antes de poner punto final a estas líneas, quisiera hacer una breve reflexión en torno del uso del lenguaje en los poemas de Vásquez Aguilar. Desde sus primeros ensayos poéticos, este poeta se preocupó por individualizar su lenguaje, en el conocimiento de que la individualización de la palabra es, en poesía, el único procedimiento para conseguir la plena comunicación expresiva y así liberar a la palabra de lo convencional que le hace perder sus posibilidades de imaginación creadora. Así, el poeta que nos ocupa hace de las suyas: con un poco de luz y un poco de sombra, con un poco de exceso de realismo y otro poco de imaginación concentrada, nos ofrece palabras en que la significación misma se ha vuelto un tanto loca; pero loca de una locura revitalizadora, de una locura que quiere tocar el corazón del hombre ansioso de preguntas que nunca tienen cabal respuesta.
Joaquín Vásquez Aguilar, poeta que se irguió a penas para confrontar su poesía con todas las realidades. Y para concluir este texto en modesto homenaje a Joaquín, a Quincho, como lo llamamos sus amigos más cercanos, reproduzco el poema que escribí con motivo de su prematura muerte:
JOAQUÍN VÁSQUEZ AGUILAR (+)
Creíste que las palabras fluirían inagotables y derramaste gotas y gotas sobre la yerba de lorquísimas lunas.
Litros, un río de palabras, mientras tu cuerpo deseaba germinar en el mar y las aves de Cabeza de Toro. Tierra y agua natal.

(Las nubes de tu pueblo desolladas se desangran en silencio.)

Frutas de temporada rodarán otra vez bajo mi mesa y copas de licores salvajes que regaron tu rabia, tu dulzura. Pero tú ya no aparecerás.
Extraña belleza en tus poemas de armonía arrancada a la angustia. En tus versos acamparon mis sueños, porque soy lo que fuiste
:un perro ciego que busca el filtro de la muerte.
(JF, enero de 1994)

Paréntesis

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Paréntesis
La noche y la calle de Refugio Pereida
José Falconi


Jose Falconi y Refugio Pereira


En De noche, una calle Refugio Pereida funda una urbe poética habitada por los símbolos del deseo, el amor, la soledad y la muerte. Estos símbolos deambulan encarnados en personas, animales, elementos de la naturaleza e insectos que se confrontan, se confunden, se reúnen y se separan construyendo destinos personales y paradójicamente colectivos que es señal, cifra, santo y seña de una triste realidad: la vida en sus múltiples expresiones es a fin de cuentas una mascarada febril, carnavalesca, tal vez tan sólo fantasma o espejismo de lo que tendría que ser una vida a la altura de la imaginación humana y de los recónditos misterios de la realidad, tal como querían los poetas surrealistas.
Entrampados en el reino de la necesidad, los seres humanos nos hemos apartado de nuestra naturaleza adánica —donde mora nuestra capacidad de poetizar— y hemos negado el mandato más alto que la Naturaleza (con N mayúscula) nos ha confiado: cuidar la maravilla y la diversidad del mundo para evolucionar junto con él. Enajenados por las supersticiones que el mundo del poder, el éxito, el dinero, nos ofrece, hemos dejado de comprender de qué tamaño es el desastre que nos hemos construido y heredado. La poeta Refugio Pereida parece decirnos que el desastre de la realidad que nos circunda sólo puede darnos tregua cuando ejercemos nuestra soberanía corporal; el derecho —que debiera ser irrestricto e irrenunciable— al ejercicio de nuestra sensualidad y sexualidad bajo el pulcro bostezo de la noche.
La poeta Refugio Pereida en De noche, una calle funda una ciudad poblada de sonidos y silencios. Es decir, de un ritmo poético que recuerda canciones de incunables sonidos, de danzas al medio día o de una lengua vagabunda o rumor de sorgo que cae y lo hace con las palabras que se ocultan detrás de las voces cotidianas. Detrás de los frágiles nombres de las cosas, los hechos, las emociones del mundo, si bien observamos, si indagamos como detectives adánicos que quieren ver más allá de la apariencia de la realidad, encontraremos las lianas rotas de tu mano en mi mano; es decir, la potencia poética que unifica la realidad objetiva y subjetiva: las otras palabras, las que son capaces de erotizar el retrato de un suicida trepado en su silencio.
De noche, una calle es un intenso libro escrito con maestría en sus decires, en que el tema, contrario sensu a lo que sucede en buena parte de la poesía que en estos tristes tiempos se escribe, si cuenta, y en mucho: el tópico nodal de este libro es el de la resistencia y reafirmación de la condición humana y sus númenes creativos. Resistencia y reafirmación ante una realidad que pervierte la condición primigenia del ser y enajena su capacidad de hacer el mundo más amplio y luminoso. Un mundo desquiciado por las acechanzas, desvaríos y perversidades de los poderes políticos, económicos, religiosos y aún culturales que quiebran el amor, desarman el deseo y promueven no la hermandad sino la complicidad.
Hace apenas unas cuantas noches, en una calle de la colonia San Rafael vi un grupo de enanos que habían sacado a pasear a sus sexos bajo la lluvia y en la esquina de esa misma calle me encontré al Che Guevara y a Manuel Acuña, sentados en la banqueta, tomándose una cervezas y leyendo los poemas de Refugio Pereida, poeta que tanto admiro…
De noche, una calle, Refugio Pereida Editorial Praxis, 2002 70 pp.
Paréntesis




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