martes, 18 de septiembre de 2012

SE ABRE AL SILENCIO

 

Quise construir

estancias más perfectas

que una semilla:

La memoria en espinas de agua.

Y estoy con los labios

del polvo,

harto de andar

en oquedades de ceniza.

De mi sombra caen

racimos de cuerpos

vencidos por la densidad

del otoño.

Cuerpos habitados de cantos prohibidos.

 

Una piedra

golpeada

por las aguas del río

se abre al silencio.

 

Con dureza en las alas

huyen las avispas,

surge la blancura de la noche

y mis manos se hunden en tu cuerpo,

la niebla

en que tu cuerpo se convierte

si nos miran nuestras sombras.

Sordos látigos en la esquina del tiempo.

 

Una culebra

con escamas de miel y cristales

se anilla en esa piedra,

hace de la quietud

su transparente danza.

En tu pelo mi sombra es más oscura.

Es entonces tu cuerpo sima

en que boto todas mis muertes

sujetas a sales misteriosas.

 

La piedra,

hueso del sueño,

flota sobre las aguas.

 

La piedra,

promesa de luz,

se transforma en Sol

cuando la luz desciende.

 

Mi cuerpo pierde sombra,

no le quema el Sol

sino la muerte.

Él, sin sombra habita

un trozo de la noche

por tus aguas rojas aromado.

 

En las últimas habitaciones

de la sangre

mi cuerpo cumple su mejor deseo,

desaparece bajo la música de tu muerte.

 

En la seca tinaja

se hace polvo

al ritmo

en que la lluvia

danza su mecánica.

 

Al natural estímulo del agua

no se desprende tu sombra.

En guitarras

la noche es sólo un gesto

y en sus densos dominios

el agua ilesa de tu cabellera

construye su armonía.

 

Ajena a mi cuerpo,

silenciosa entre los frutos

que el amanecer deja en suspenso,

mi sombra, dura piedra,

se hunde en las aguas

con otras piedras

que también se hundieron.

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