martes, 18 de septiembre de 2012

 
Escribo un árbol
de José Falconi:

El árbol es uno de los temas simbólicos más ricos y extendidos entre diversas culturas. Símbolo de la vida en perpetua evolución y espléndido representante de los seres del mundo vegetal, el árbol encierra en sí mismo la naturaleza de lo vital y de lo cíclico en sus calidades de muerte y regeneración, de despojo y recubrimiento. Pone también en comunicación diferentes niveles del cosmos: el subterráneo, a través de sus raíces que se hunden en la tierra, la superficie, de la cual surge su tronco y sus primeras ramas, y las alturas, hacia las cuales aspiran sus ramas superiores y su cima que es atraída por la luz que el cielo nos otorga. Los árboles reúnen todos los elementos: el agua que circula con su savia, la tierra que se integra a su cuerpo, el aire que alimenta sus hojas y el fuego que nace de su frotamiento.

El árbol es el ser viviente que José‚ Falconi toma para inscribir sobre él, descubrirse y tejer el sutil mundo de palabras, versos y poemas de su libro que hoy presentamos: ESCRIBO UN ARBOL.

Cuatro partes lo conforman: la primera recorre sueños, ciudades en ruinas, cuentos fantásticos y canciones. En un segundo momento, en su libro toman vida las imágenes de su propio cuerpo y el de su amada. En la tercera parte, estos cuerpos por el amor transfigurados, cumplen un devenir como el del árbol.
SONIDOS NUCLEARES, es el último conjunto de poemas dedicados a Edjo Takata, monje budista Zen que llega a México a finales de la década de los años 70 y que muchos de nosotros conocimos por su labor realizada en teatro y sus enseñanzas en meditación y artes marciales. José‚ conoce a Edjo en esos años convirtiéndose en el guía que lo acompañara a conocer la ciudad y de quien escuchó la historia que después de varios años convirtió en poema.

SONIDOS NUCLEARES es un homenaje a los hombres y mujeres que perdieron la vida durante aquel acto imperdonable del 9 de agosto del año 1945, fecha en que los Estados Unidos lanzan una de las bombas atómicas sobre Nagasaki. Un homenaje que vaga por la muerte y los añicos en los que se rompieron muchas infancias; aquí los cuerpos no son otra cosa que memoria y sombras que se mueven sin carne. Los árboles del sitio de la tragedia también pueden ser aquellos que nacieron en Palenque, por que para José Falconi, todos tenemos dentro un Nagasaki, un mar de muerte, pero también una llama permanentemente encendida.
Los poemas de SOLTADO AL SUEÑO, DE ARENA EN ALTA VOZ Y MAS ESTAMBRE DE LUZ SOBRE TUS HUESOS, incluyen dos sonetos y en su mayoría versos de confección libre. En ellos las imágenes dan la sensación de estar entresacadas de las cenizas, pero también del agua, especialmente de la lluvia, de la cual arrancan vida para renacer algo que necesariamente morirá de nuevo. En estos poemas existen momentos de sangre y de tinieblas, pero sobre todo de cenizas que a veces cobran una blancura inesperada y se tornan harina, como en su poema "Harina y Nube". Y cito: Opaco/como quien gasta la moneda del sueño,/bailar‚ música de avispas/hasta que mis venas/se conviertan en escorpiones de luz.

El cuerpo herido y oscuro toma vida al nacer de las yerbas, toma vida a partir de la muerte, del incansable devenir de los opuestos, y a causa del amor se ofrece como manantial de agua o como un árbol que ha de ser amado en el territorio de la historia del otro al que se ama.

En sus poemas-canciones evoca bosques, lagos e iguanas, y entre las fronteras del aire y del tiempo los sueños se hilvanan, contemplan su propia geometría y transitan por las estaciones y los climas hasta encender fogatas. El sueño es para Falconi "un pastor dormido en el que sumerge sus labios y escucha un rumor de nubes subterráneas"

La ciudad también es evocada en varias ocasiones como una ciudad podrida y en ruinas de las cuales emerge y se reconstruye, al igual que un cuerpo renace de la muerte. Y cito de su poema : "El sueño de tus manos": La ciudad se pudre/ bajo las lluvias ácidas/y mi cuerpo tan lejos/del sueño de tus manos. ­Ah si yo fuera/ el sueño de tus manos!/ Pero este día sólo engullo/ panes de soledad. Y estoy /casi metal, /casi droga/ de un reloj que muere...

En la poesía de José Falconi, el hombre, habitado por sombras, tiene una factura de piedra y bruma que se observa a través de un espejo; la noche es vista como una profecía, el cuerpo como un tatuaje de silencios que bebe luna, la piel como una región de espuma y el árbol como la suma de muertes subterráneas.

AndreaMontiel
Casa del Poeta, febrero 1992

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