viernes, 28 de septiembre de 2012

Advenimiento de la palabra

(fragmento)

"Tus ojos tienen el color del árbol,

la honda cicatriz de la tristeza,

la huella profunda del profundo barco;

pero muerte también, también estrella

agotada en el fiel sentimiento.

Si tienes alas, Palabra,

no salgas a la calle

donde el viento es una rama tísica.

Sal a mi corazón

y construye un hondo cementerio

y entierra para siempre la soledad."



Raúl Garduño

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Premio Iberoamericano Carlos Pellicer, 1978

Fotografía

en mí
en el exacto centro del cerebro
existes mariposa que nunca
volarás.
deforme insecto
descomunal gusano
con alas pequeñísimas de avispa.
cristalizada mariposa que enmohece
la ceniza
de todos los olvidos.


Cercadas Palabras / Premio Bellas Artes Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer, 1978

Confesión

Por las noches mi mano izquierda vaga por el cuarto. Me molesta decirlo, pero algunas veces he tenido que recogerla -temeroso de ser visto- de un empolvado rincón. Otras, la encuentro tendida sobre el escritorio, entre libros de historias fantásticas y malogrados poemas.

martes, 25 de septiembre de 2012

RMZumpango

 
 
 
Andante y expresivo


                                    Poesía para empezar la mañana
 
 
Conduce: José Falconi

 Martes 09:30 horas

RMZumpango

Teléfono: 01 (591) 91 14 6 22
 
Twitter:  @RMZumpango  

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XHZUM 88.5 FM Comunicar para crecer
Zumpango, Estado de México          
 
http://www1.edomexico.gob.mx/tvmex/htm/radio/radio.htm
 
 
 

martes, 18 de septiembre de 2012


Inscripciones permanentes

Foto


Informes: torrebaldia@yahoo.com.mx


 
 Flores pánicas




por José Falconi


I
Las noches del amor en sus rodillas
guarda la niña olor de yerbabuena,
sus breves senos en la noche buena
edulcoradas mentas amarillas.


Las noches del amor en sus rodillas
guarda la niña olor de yerbabuena,
sus breves senos en la noche buena
edulcoradas mentas amarillas.
Con sus delirios y sus ironías,
sin vencedor porque los dos perdemos
en un juego amoroso en que sabemos
el dulce gusto de las sodomías.
Y la noche nos tiene desvelados:
te vienes sin piedad sobre mi boca,
en mis nerviosos labios acallados.
Y la sombra al pasar nos repetía:
«En el amor hay una loba loca
que se asombra y padece en alegría».

II
¿Habrá en tu desnudez nomenclaturas
del júbilo sagrado y celestial?
Edifica tus fábulas oscuras
y líricas con esta idea cordial.
El cuerpo laminado por la daga
que forjo uncido al sueño abrumador
como una extraña flor adamascada
en la sábana, rojo aparador.
En mis viajeros huesos hacia el polvo
—en breves calaveras atajadas—
lleve mi amor espinas y rescoldo.
Lleve sol a la cama más nocturna;
cama que arde de noche1, amor: tajada
mi piel gemela por la daga diurna.
1 Mínimo homenaje a Ricardo Garibay

III
(A la manera de Daniel Robles Sasso)
Bríndame bruna copa de ceniza,
bríndame más: un pan desorbitado,
el lecho demencial en que insumisa
eres río de vidrio maculado.
Bríndame la narcosis de tu enagua,
la sed de sedes del amor solar;
por esta sed nupcial no pasa el agua,
pasa un estropajo ácido y molar.
Pasas ya cabalgando en el espejo,
pasa mi calavera con tu enagua,
pasa el dios diminuto en que me alejo,
pasa la rosa con su espina en oro,
pasa mi cuerpo trasmutado en agua,
pasa el asombro; narcotizado oro.

IV
Embriaguez de cenizas nunca ïdas,
tu piel ajena de canción delira,
mano que enciende su lejana ira:
copas vacías del amor tullidas.
Flor pánica la mano a media noche,
acariciando moscas insumisas.
Flor pánica. Rodillas en las misas
sobre viejos osarios. El reproche
de osamentas convertidas cenizas
en el espasmo vegetal. Los óxidos
de un sol de alambre que tu piel eriza.
Los óxidos de Dios en dos caídos
de las pánicas flores de tu risa.
Mirad las iras idas de los idos.

V
De la noche que lenta se retira
quedan vestigios de uranografías,
de celestes y ocultas geografías
aromas en tu cuerpo que transpira.
Entrar con la frescura de la tarde
en el misterio de este viaje ästral.
Carne oculta, ánima en sangre, Mistral
¿qué secreto lunar de noche ärde?
¿Lluvia? ¿Viento de anís? ¿Perito en lunas?
Polvo en que me detengo. Quemadura
de hembra bajo la piel. Eco y silencio
donde mi sueño anida en sus alturas;
su Bécquer: subterránea agricultura
tan esquirla de mínimo misterio.

VI
Asmática mujer de chocolate,
brizna eléctrica soba tu cadera
bajo la matemática escalera
cuando el delirio de tu mano abate.
Polvo de oro tu lengua vagabunda
humedece los labios de la tarde,
gato garduño2 ya mi cuerpo ärde
la poesía feraz, manca, errabunda.
Alacrana de fraguas y alacenas,
acechadora giras desquiciada
bajo un ramo de nubes-azucenas
como quien baila en huesos de la luna
después del postre de exquisita triada:
tu cuerpo, mi cuerpo… aquella duna.
2 y lorquiano.

VII
Siete veces besados por la muerte,
dejando astillas en el blues que incendias,
sobre los territorios de mi angustia
como cristales van tus pies de nieve.
Triste amante para incendiar mis llagas
y sentir los dolores de enlutadas
ponzoñas. Si te vas, belleza en llamas,
mi amor en sombras oscurece salas
en que Dios nos visita junto al viento3,
cuando el otoño va quebrando hüesos
en su exacto, fatal advenimiento
que el amor en su anhelo ata y desata.
Amor, estoy besando tus tobillos
y beso si la pisas dulce grama.
3 Verso de Raúl Garduño

VIII
Sobre cuerpos oscuros bruscas llamas,
mortajas que quisiera de diamantes,
las mujeres de pálido semblante
—en sus ojos olvidos que me talas—.
Acude Amor a darme la congoja
de espejos en sepelios taciturnos,
¿qué mar encierra en espejos diürnos
el árbol que murió hoja tras hoja?
Harina y nube y sangre derramada
y Dios se arrima a tu blancura intensa
y ráfaga de sal en la cascada
salaz aglomerándose en tu pelo.
Sí, fruta del alba, llovizna airada,
cabe su sombra, Amor, de ti me encelo.

IX
Éste es mi cuerpo, manantial del agua,
y en mis ojos dormitan dagas claras.
Ya cenizas, el árbol que tú amaras
de muertes subterráneas es la suma.
Fue tu piel en mi piel región de espuma
aniquilada en altas marejadas.
Fue música de sal, bebida amada
bajo el diluvio de la lluvia oscura.
Cifra, fruto-metal, el amuleto
es mi osamenta. Cabe el sol doliente,
besa la luz al pairo del desierto.
De polo a polo de tu cuerpo incierto
camina por la línea evanescente;
se yergue enamorado mi esqueleto.

X
Se refleja mi cuerpo, mi memoria,
en el espejo que entramó tu ausencia.
Danzante de mi oscura residencia,
giré en tu cabellera giratoria.
Mi cuerpo, territorio de tu historia,
helada luz devino. Mi conciencia,
piedra rota, dolor, sin la presencia
de tu callada sombra transitoria.
Metálico diluvio, frío en que ahoga
aquel deseo que con mi amor azoga,
hazte en mis labios sed, para que sientas
vaga tristeza de dolientes besos
y la música de íntimas tormentas.
¡Sé uva madurando entre mis hüesos!

XI
Frágil marfil desnudo en los cristales,
eres la sangre deshelada en rosa
arcana por oscura y luminosa
como inefable risa de metales.
Hay guitarras y pétalos dormidos
en tu cuerpo, fatales testimonios
en tus ojos. Heridas de insomnios
y nuestra angustia ardiendo entre los dos.
El sueño deambuló por los pasillos
de sombra, astilla, carne lacerada
ensanchando sus velas, sus anillos.
Tu pie sobre mis labios borra el mundo,
cubre la densidad de mi deseo
y provoca el destino en que me hundo.

XII
¿Amor, me oyes?: vuela-sueña-reposa
en el canto fugaz de mi palabra4
con sol y neblinas de mar. Espósame.
Flagela mi cuerpo y que se abra
al jazmín y la escama del deseo.
En la ritual costumbre de tu fiesta
soy mano esclava. El amor paladeo,
las finas lumbres y espesa uva quieta
que a veces pasa por mis labios lenta
como quetzal de humo en blancos prados
o como vino que al beberse mienta
el pez de azúcar y de luz —tu lengua—
y eriza un corazón enamorado:
fruto del fuego húmedo, sin mengua.
4 Verso de José Falconi Castellanos.


 
ES LÁSTIMA TENER QUE MORIR

A partir de las siete de la noche

florecen tus cabellos.

Vengo de espantar las ranas

del tejado

y te hallo hirviendo en tu silencio,

soñando en que de súbito caes

en mi sangre.

Un poco de jardín brota de tus cabellos.

Hay un mínimo cielo en la ventana

y en la cama revuelta abrasamos

la noche

que otros han desdeñado.

Aquellos que comen piedra

y escupen lava todas las mañanas.

A humo me suenan los cascabeles

de tus pies desnudos.
Es lástima tener que morir

cuando ya tanto me arrimo a la demencia.
SE ABRE AL SILENCIO

 

Quise construir

estancias más perfectas

que una semilla:

La memoria en espinas de agua.

Y estoy con los labios

del polvo,

harto de andar

en oquedades de ceniza.

De mi sombra caen

racimos de cuerpos

vencidos por la densidad

del otoño.

Cuerpos habitados de cantos prohibidos.

 

Una piedra

golpeada

por las aguas del río

se abre al silencio.

 

Con dureza en las alas

huyen las avispas,

surge la blancura de la noche

y mis manos se hunden en tu cuerpo,

la niebla

en que tu cuerpo se convierte

si nos miran nuestras sombras.

Sordos látigos en la esquina del tiempo.

 

Una culebra

con escamas de miel y cristales

se anilla en esa piedra,

hace de la quietud

su transparente danza.

En tu pelo mi sombra es más oscura.

Es entonces tu cuerpo sima

en que boto todas mis muertes

sujetas a sales misteriosas.

 

La piedra,

hueso del sueño,

flota sobre las aguas.

 

La piedra,

promesa de luz,

se transforma en Sol

cuando la luz desciende.

 

Mi cuerpo pierde sombra,

no le quema el Sol

sino la muerte.

Él, sin sombra habita

un trozo de la noche

por tus aguas rojas aromado.

 

En las últimas habitaciones

de la sangre

mi cuerpo cumple su mejor deseo,

desaparece bajo la música de tu muerte.

 

En la seca tinaja

se hace polvo

al ritmo

en que la lluvia

danza su mecánica.

 

Al natural estímulo del agua

no se desprende tu sombra.

En guitarras

la noche es sólo un gesto

y en sus densos dominios

el agua ilesa de tu cabellera

construye su armonía.

 

Ajena a mi cuerpo,

silenciosa entre los frutos

que el amanecer deja en suspenso,

mi sombra, dura piedra,

se hunde en las aguas

con otras piedras

que también se hundieron.
 
Escribo un árbol
de José Falconi:

El árbol es uno de los temas simbólicos más ricos y extendidos entre diversas culturas. Símbolo de la vida en perpetua evolución y espléndido representante de los seres del mundo vegetal, el árbol encierra en sí mismo la naturaleza de lo vital y de lo cíclico en sus calidades de muerte y regeneración, de despojo y recubrimiento. Pone también en comunicación diferentes niveles del cosmos: el subterráneo, a través de sus raíces que se hunden en la tierra, la superficie, de la cual surge su tronco y sus primeras ramas, y las alturas, hacia las cuales aspiran sus ramas superiores y su cima que es atraída por la luz que el cielo nos otorga. Los árboles reúnen todos los elementos: el agua que circula con su savia, la tierra que se integra a su cuerpo, el aire que alimenta sus hojas y el fuego que nace de su frotamiento.

El árbol es el ser viviente que José‚ Falconi toma para inscribir sobre él, descubrirse y tejer el sutil mundo de palabras, versos y poemas de su libro que hoy presentamos: ESCRIBO UN ARBOL.

Cuatro partes lo conforman: la primera recorre sueños, ciudades en ruinas, cuentos fantásticos y canciones. En un segundo momento, en su libro toman vida las imágenes de su propio cuerpo y el de su amada. En la tercera parte, estos cuerpos por el amor transfigurados, cumplen un devenir como el del árbol.
SONIDOS NUCLEARES, es el último conjunto de poemas dedicados a Edjo Takata, monje budista Zen que llega a México a finales de la década de los años 70 y que muchos de nosotros conocimos por su labor realizada en teatro y sus enseñanzas en meditación y artes marciales. José‚ conoce a Edjo en esos años convirtiéndose en el guía que lo acompañara a conocer la ciudad y de quien escuchó la historia que después de varios años convirtió en poema.

SONIDOS NUCLEARES es un homenaje a los hombres y mujeres que perdieron la vida durante aquel acto imperdonable del 9 de agosto del año 1945, fecha en que los Estados Unidos lanzan una de las bombas atómicas sobre Nagasaki. Un homenaje que vaga por la muerte y los añicos en los que se rompieron muchas infancias; aquí los cuerpos no son otra cosa que memoria y sombras que se mueven sin carne. Los árboles del sitio de la tragedia también pueden ser aquellos que nacieron en Palenque, por que para José Falconi, todos tenemos dentro un Nagasaki, un mar de muerte, pero también una llama permanentemente encendida.
Los poemas de SOLTADO AL SUEÑO, DE ARENA EN ALTA VOZ Y MAS ESTAMBRE DE LUZ SOBRE TUS HUESOS, incluyen dos sonetos y en su mayoría versos de confección libre. En ellos las imágenes dan la sensación de estar entresacadas de las cenizas, pero también del agua, especialmente de la lluvia, de la cual arrancan vida para renacer algo que necesariamente morirá de nuevo. En estos poemas existen momentos de sangre y de tinieblas, pero sobre todo de cenizas que a veces cobran una blancura inesperada y se tornan harina, como en su poema "Harina y Nube". Y cito: Opaco/como quien gasta la moneda del sueño,/bailar‚ música de avispas/hasta que mis venas/se conviertan en escorpiones de luz.

El cuerpo herido y oscuro toma vida al nacer de las yerbas, toma vida a partir de la muerte, del incansable devenir de los opuestos, y a causa del amor se ofrece como manantial de agua o como un árbol que ha de ser amado en el territorio de la historia del otro al que se ama.

En sus poemas-canciones evoca bosques, lagos e iguanas, y entre las fronteras del aire y del tiempo los sueños se hilvanan, contemplan su propia geometría y transitan por las estaciones y los climas hasta encender fogatas. El sueño es para Falconi "un pastor dormido en el que sumerge sus labios y escucha un rumor de nubes subterráneas"

La ciudad también es evocada en varias ocasiones como una ciudad podrida y en ruinas de las cuales emerge y se reconstruye, al igual que un cuerpo renace de la muerte. Y cito de su poema : "El sueño de tus manos": La ciudad se pudre/ bajo las lluvias ácidas/y mi cuerpo tan lejos/del sueño de tus manos. ­Ah si yo fuera/ el sueño de tus manos!/ Pero este día sólo engullo/ panes de soledad. Y estoy /casi metal, /casi droga/ de un reloj que muere...

En la poesía de José Falconi, el hombre, habitado por sombras, tiene una factura de piedra y bruma que se observa a través de un espejo; la noche es vista como una profecía, el cuerpo como un tatuaje de silencios que bebe luna, la piel como una región de espuma y el árbol como la suma de muertes subterráneas.

AndreaMontiel
Casa del Poeta, febrero 1992