Leopold Sacher-Masoch: la dulce esclavitud amorosa
José Falconi
A la comunidad domfem de México
El 5 de marzo de 1895, a las 19:45 horas, y a los 59 años de su edad, falleció en Heidelberg, Alemania, un hombre paradigmático que logró una hazaña cultural poco frecuente: que su nombre diera origen a dos voces, a dos términos nuevos que tienen que ver con maneras particulares de vivir el amor y la sexualidad: “masoquismo” y “masoquista”.
En este 2013, año que corre vertiginosamente, se cumplieron ya 118 de la muerte de este caballero del siglo XIX, nacido en 1836 en Lvov, en la Galicia polaca anexionada a Austria. Nacido en tiempos difíciles -¿qué tiempos no lo han sido?- Sacher-Masoch es una síntesis de nacionalidades y culturas: hijo de rusos, polaco de nacimiento, austriaco de adopción y alemán literariamente.
El aristocrático caballero fue un hombre de su momento histórico que con vehemencia participó en las luchas por liberar a los campesinos del trabajo obligatorio y por afirmar las nacionalidades eslavas del imperio Austro-húngaro. Pero este caballero dio, acicateado por un demonio interior, otra batalla igualmente importante: cifrar literariamente y experimentar en su vida personal, borrando así las fronteras entre ficción y realidad, una forma extrema del amor-pasión, al convertirse en esclavo de la mujer amada. O más bien de las mujeres amadas, pues tres fueron las elegidas: Fanny Von Pistor, Aurora Rumelin, “Wanda” y Hulda Meister.
A la baronesa Fanny von Pistor, viuda joven de 25 años, Sacher-Masoch la conoció por casualidad en el hotel Archiduque Johann, cuando ambos pasaban sus vacaciones en las montañas del sur del Tirol. La baronesa Bogdanoff, nombre de soltera de Fanny, estaba siempre rodeada de una corte de admiradores sobre la cual reinaba, observando divertida las rivalidades que provocaba con su belleza, descrita por Sacher- Masoch con las siguientes palabras: “Poseía la figura de una estatua griega y la cabeza a la vez plástica y expresiva de una marquesa de la época rococó, una Pompadour, y en aquel rostro de maravilla lucían un par de ojos verdes indescriptibles, demoníacos en el interior y al mismo tiempo fríos como el hielo, los ojos de una esfinge, un chorro de cabellos oscuros que se derramaban por la nuca hasta la cintura, ya que estábamos en verano, en el campo, cerca de Viena, y siempre iba muy escotada”.
De alguna forma el escritor se impuso sobre sus rivales (con el conde Heindl estuvo a punto de batirse en duelo, pero el joven oficial declaró que se retiraba y a la postre se convirtieron en grandes amigos), y acompañaba a Fanny en sus paseos por la montaña y le leía novelas de Turguéniev. En estos paseos Sacher- Masoch se le ofreció como esclavo, ella aceptó y concertaron una cita para firmar un contrato de esclavitud y comenzar a ejercerlo con una sesión de humillación en la que el poeta se arrodilla ante la baronesa para ser abofeteado y azotado con el cordón de la chaqueta de pieles de su ama. Días después los amantes se hicieron fotografiar para tener un recuerdo: la baronesa con la chaqueta de pieles, tendida en una otomana, con el cordón, a manera de látigo, en la mano, y el escritor, ya convertido en su esclavo, a sus pies.
Fascinados por esta relación ama-esclavo, la pareja decide realizar un viaje. En Turquía ella, sin ningún problema, podría presentarlo como a su esclavo. Leopold Sacher-Masoch pierde su identidad y, vestido como criado polaco, se convierte en Gregor; inician el viaje, ella en vagón de primera clase y él en los sucios convoyes de tercera. El viaje tiene previsto una larga escala en Italia. Esta puesta en escena es representada por ambos con gran seriedad. Si no esclavo, pues aún están en Italia, Leopold-Gregor cumple el papel de criado de la baronesa Bogdanoff, y amigos suyos se sorprenden al verlo cruzar una calle ataviado con la librea de sirviente. Sin embargo, no llegarán a Turquía, la estancia en Italia sirve para que Sacher-Masoch se desencante de su baronesa, pues pronto descubre que no es el alma sensible, artística que él necesitaba. Leopold-Gregor, decepcionado, abandona a “su ama”.
Con “Wanda” se dio, sin duda alguna, la relación ama-esclavo más prolongada e intensa; varias escenas del libro más conocido de Sacher-Masoch (La Venus de las pieles; 1870) no son más que una traslación a la literatura de hechos acontecidos en su vida con Wanda. Queda también como testimonio de esta relación el contrato de esclavitud firmado el 25 de julio de 1872, redactado por la propia Wanda, que da inicio con estas palabras tan contundentes:”¡Mi esclavo! Las condiciones por las cuales os acepto como esclavoy os tolero cerca de mí son las siguientes: Debéis renunciar totalmente a vuestro Yo. No tenéis más voluntad que la mía…”Y termina con esta inequívoca advertencia: “Si no podéis soportar mi dominio, si estas cadenas se vuelven demasiado pesadas para vos, habrá que mataros pues yo nunca os devolveré la libertad.”
Pero la relación con Wanda, con la que procrea varios hijos, también termina entre crisis, pleitos y desavenencias muy dolorosas para el escritor, que finaliza su vida con Hulda Meister, mujer serena, discreta y culta que entró a la vida de Sacher-Masoch (como su secretaria) en la época de los pleitos mayúsculos con Wanda y cuando ésta lo humillaba haciéndolo presenciar sus encuentros con jóvenes amantes, humillación a la cual el escritor se sometía, pues a pesar de todo nunca dejó de amar a Wanda.
Pero también amó a Hulda, tal vez con un amor más doméstico que, aún así, no estuvo ajeno a las correas, las fustas y las sesiones sadomasoquistas, para decirlo con el término convencional. En la casa de campo que habitó la pareja, había un cuarto alejado de miradas indiscretas habilitado para realizar sus maravillosas fantasías eróticas.
De la lectura del libro del historiador francés Bernard Michel, Leopold Von Sacher-Masoch, salimos con la convicción de que el “masoquismo” no es una perversión de la vida sexual, como diagnosticó el siquiatra Richard Von Krafft-Ebing, profesor de la Universidad de Viena, en 1890, apenas cinco años antes de la muerte del escritor, en un libro titulado “Nuevas investigaciones sobre psicopatía sexual”. Es interesante señalar que fue este siquiatra el primero en usar las voces “masoquismo” y “masoquista”, términos que el propio Sacher-Masoch jamás empleó e inclusive rechazó. El escritor nunca vio su actitud ante el amor y la sexualidad como una psicopatía; lo vio como un impulso del amor-pasión que tiene antecedentes en el mundo clásico grecolatino, pero también en la historia de los matriarcados de los pueblos eslavos y rutenos.
Al acuñar el término “masoquismo” el citado siquiatra lo usó como antónimo de sadismo, voz que como bien sabemos procede del célebre Marqués. Al relacionar ambos conceptos se gestó la idea de que sadismo y masoquismo son complementarios, y la lectura del libro de Michel desmiente esta apreciación. El sadismo suele ser demasiado frío, brutal e intelectualizado, y el masoquismo, por su parte, lleva su buena dosis de romanticismo y, sin duda, una alta dosis de imaginación, de magia, de pasión. He aquí una muestra:
si bien el contrato de esclavitud fue firmado el 25 de julio, no es sino hasta el 17 de agosto, tras haberlo azotado, que Wanda se convierte en amante de Sacher-Masoch. Él se desnuda y Wanda lo ata de pies y manos, le da unos primeros latigazos y se inclina a preguntarle qué siente, si le gusta. Él le confiesa sentir una gran voluptuosidad, ella acerca sus labios a los labios del sometido y cuando él va a besarlos se aleja; tiene que rogar por un beso. Ella lo premia con un beso ardiente, prolongado, pero después lo azota con tal fuerza que Sacher-Masoch casi no puede soportarlo. Wanda arroja el látigo y le dice que si quiere que siga tiene que suplicarle, que sólo así ella tendría verdadero placer al flagelarlo. Tras de jugar con él como el gato con el ratón, Wanda se desnuda y cubre su desnudez con un abrigo de gala, de terciopelo negro adornado de zorro azul. Sacher-Masoch flagelado, desnudo, atado de pies y manos, se inclina hasta besar los pies de Wanda, ella coloca un pie sobre su nuca y sentencia: “Soy vuestra ama en la vida y en la muerte.” Después hacen un amor maravilloso.
Es muy interesante la extraordinaria personalidad de Leopold von Sacher-Masoch y su vida llena de látigos, amores, tragedias y luchas políticas. Pero lo es también su amplia obra literaria, la obra de un escritor que en su momento fue reconocido por Víctor Hugo, Alfonso Daudet, Alejandro Dumas hijo y otros portentosos literatos de la Europa que le tocó vivir.
Paréntesis
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